El aviturismo ha tenido un respiro por la ausencia de visitantes; piden regular la actividad
Como ha sucedido con otras actividades turísticas, el aviturismo u observación de aves ha sufrido los embates de la pandemia del Covid-19. No obstante, esto no es del todo negativo, pues la ausencia de visitantes ha propiciado “un respiro” para la diversidad de especies que habita el estado de Yucatán, especialmente en su costa.
“El aviturismo es una actividad enfocada en la observación de aves en su contexto silvestre, es decir, en su hábitat natural; y si se practica de manera responsable puede acarrear diversos beneficios a las comunidades en donde se practica”, explicó Gilberto González Kuk, capacitador del programa de observación de aves de la Conabio (Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad).
El también profesor de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) de la UNAM detalló que dicha actividad también puede efectuarse en contextos urbanos, en donde incluso algunas asociaciones o guías que laboran de manera autónoma la impulsan.
En Yucatán, el aviturismo es una actividad que, antes de la pandemia, crecía a pasos agigantados. Previo a la contingencia, el estado reportaba más de 620 mil visitas anuales enfocadas a la observación de aves, expuso el académico.
Las y los observadores de estas especies se dividen en los comprometidos y los no comprometidos, explicó Gilberto. Así como hay gente que realiza esta actividad de manera recreativa, hay quien se especializa en ella con fines científicos y de monitoreo.
De acuerdo al reporte Aviturismo con Aves Acuáticas y Marinas en México, en el 2019 el aviturismo generó una derrama económica cercana a 12 millones de pesos por concepto de servicio; y casi 3 millones de pesos por noche y transporte en destinos como Celestún, Río Lagartos, San Felipe y Progreso.
Estas cifras, explicó González Kuk, se concentran mayormente en los litorales, en donde predomina la presencia de aves acuáticas -garzas, pelícanos y flamencos- que habitan ecosistemas como manglares, humedales y ciénegas.
Dos polos contrastantes
El investigador yucateco destacó que la pandemia ha tenido, sin duda, un gran impacto en el aviturismo y para él, puede hablarse de dos polos contrastantes:
Por un lado, dijo, ha acarreado problemáticas económicas para quienes se dedican a esta actividad, aunque no existe un registro específico de las afectaciones en guías locales, cooperativas o emprendimientos de ecoturismo.
Por otra parte, ha representado un “respiro” para las propias especies, ya que por mínimo que sea el impacto ecológico de la observación de aves, la presencia de la gente puede repercutir negativamente en su hábitat.
“Esto permitió que pudieran acercarse otras especies que antes no era tan común avistar”, añadió.
Yucatán cuenta con varios puntos en donde se pueden observar aves, destacando la Ría Celestún, que recibía anualmente 430 mil visitas; la reserva de la biósfera de Río Lagartos a donde llegaban arriba de 137 mil personas anualmente y el puerto de Progreso, que registraba 48 mil visitas hasta antes de la contingencia.
En contextos urbanos también puede realizarse esta actividad, aseguró Gilberto González. En Mérida, por ejemplo, los puntos de interés serían el parque hundido del poniente, el acuaparque de los Vergeles y más recientemente, un terreno de pensiones que al inundarse suele albergar diversas especies.
Falta regulación
En México existen diversas normas oficiales mexicanas que regulan la actividad ecoturística de observación de vida silvestre como la de ballenas, tiburón ballena, entre otras. No obstante que el aviturismo en general es realizado anualmente por más de mil 183 millones de personas en el país, no existe una norma para regular esta actividad.
“El aviturismo es un aprovechamiento sustentable que deja una derrama económica de miles de millones de pesos al año. Los avituristas quieren ver aves acuáticas, marinas, loros, guacamayas y rapaces”, señaló María Elena Sánchez, presidenta de la asociación Teyeliz, enfocada en el medioambiente.
Condenó que las autoridades federales hayan ignorado el aviturismo, que no lo promuevan; y mucho menos lo regulen. Consideró que la observación de aves es la actividad perfecta para la conservación de aves y sus hábitats que, además, beneficia económicamente a las comunidades rurales.
“Exhortamos a las autoridades de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y de la Secretaría de Turismo (Sectur) a que desarrollen una norma para regular el aviturismo para proteger a las aves y sus hábitats, así como para garantizar que la derrama económica se distribuya equitativamente, especialmente en las zonas rurales donde habitan las aves”, concluyó.